miércoles, 6 de febrero de 2013




EL TESORO MASCULINO (III)


Esto ha desembocado en la cultura occidental actual el ingreso desde pequeños en un colectivo sexista a través del adoctrinamiento: los hombres debemos reducir las diferencias entre nosotros, al tiempo que debemos aumentar las diferencias que nos separan de las mujeres. Sin embargo, la evolución socioeconómica y cultural va demasiado deprisa y estas diferencias se desdibujan actualmente, desorientando a la mayoría de los hombres que tienen menos de cincuenta años. Y ello, porque la evolución biológica va mucho más lenta.
El catedrático estadounidense, David M. Buss, en “La evolución del deseo”  (Alianza Editorial, 2011) escribe 521 páginas para demostrar que las estrategias de emparejamiento no han variado desde el principio de los tiempos. Con múltiples estadísticas demuestra los vestigios de los tiempos en los que éramos nómadas cazadores y, a lo largo de la historia, los hombres prefieren mujeres más jóvenes, saludables y hermosas, mientras que las mujeres prefieren hombres que las puedan proteger y asegurar económicamente un futuro para ellas y sus hijos. A lo largo de esta lectura, me preguntaba sobre la contradicción que supone verse impulsados por un inconsciente colectivo, en parte genético, frente al desarrollo de la conciencia, la intención, el libre albedrío y la reflexión sobre las condiciones actuales de vida, tan diferentes de las condiciones de los humanos prehistóricos, de la Edad Antigua, de la Edad Media, o de la Revolución industrial. Pero los hechos son tozudos.
Recuerdo a un ex consultante de 60 años, abandonado por la mujer de 50, por un nuevo compañero de 70, pero con el triple de recursos económicos. Y con ello no quiero decir que el hombre abandonado no tuviera su cincuenta por ciento de responsabilidad, sino que a lo largo de la los años de convivencia, hombres y mujeres cambian, y es difícil que la evolución de conciencia, necesidades y deseos vayan al mismo ritmo. Quien va más lento o no se da cuenta de los nuevos deseos y necesidades de la pareja se queda en el camino. Tal vez porque la otra parte ha ampliado sus horizontes o simplemente ha cambiado de rumbo y de destino.
¿Cuáles son pues las principales tareas de los hombres de hoy que no quieren volver al machismo patriarcal ni quedarse estancados en la preadolescencia? Recuperar su auténtica fuerza masculina. Levantar la espada –símbolo fálico- no significa necesariamente matar ni herir. Podría simplemente ser mostrar un símbolo y atributo o amenazar con cortar el nudo gordiano de las relaciones entre hombres y mujeres, que no debería ser de confrontación y guerra, sino de colaboración, creatividad y camino hacia horizontes compartidos desde la equivalencia de derechos y obligaciones, que no desde la total  igualdad. La igualdad absoluta conduce al absolutismo irracional, a  la  desigualdad disfuncional. Lo mismo que el estricto cumplimiento de la ley se convierte en absoluta injusticia si no interviene la equidad y la ecuanimidad. El sentido común y ético aplicado a cada caso.
Como diría David Deida (“El camino del hombre superior”, Ediciones Gaia, 2005), los hombres que quieran recuperar su fuerza masculina deberían empezar por:
1)     Aferrarse siempre a su comprensión interior más profunda.
2)     No cambiar de opinión únicamente para agradar a una mujer.
3)     Conocer el propio propósito y los propios límites.
4)     Acompañar la intensidad emocional de su pareja solo hasta cierto punto.
5)     Elegir una pareja que sea su opuesto complementario.
6)     Ser consciente de que los méritos del pasado y el brillante historial no tiene sentido para la pareja. Solo las acciones del momento y sus efectos.
7)     Saber que a menudo se deseará a otras mujeres o parejas (aunque no forzosamente haya de llevarse a un desenlace).
8)     Responsabilizarse del crecimiento de la relación.
9)     Tener en cuenta la inevitable asimetría de las relaciones entre hombres y mujeres o entre la parte masculina y femenina de hombres entre sí.
10)             Restaurar el propósito personal en soledad y con otros hombres cuando se haya resquebrajado, esté confuso o debilitado o haya sufrido una crisis.
Alfonso Colodrón. En Pozuelo de Alarcón el 6 de Febrero del 2013.

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