miércoles, 11 de marzo de 2015

A vueltas con el amor (artículo). Encuentros Marzo 2015

Como preámbulo de nuestros encuentros de Marzo que girarán en torno al amor, os dejamos un artículo nuevecito escrito al respecto por Alfonso Colodrón. Confiamos en que os de que pensar y que sentir.
Las sesiones ecomaskulinas se celebrarán de 18 a 21.30 el sábado 14 en el Centro Interser de Pozuelo de Alarcón (Mercedes de la Cadiniere nº 20) y el viernes 20 en Progreso Musical en el número 52 de la calle Tutor de Madrid (Metros Moncloa y/o Argüelles). Aquí como llegar

Tenemos además la alegría de anunciaros un nuevo grupo de hombres que arranca en Toledo el 21 de Marzo de la mano de nuestr@s amigos de Espacio Despacio. Entérate aquí



Ser humano: un microcosmos en relación
A vueltas con el amor. Volver no es regresar

Por Alfonso Colodrón


“Estaba tu cabeza suavemente inclinada hacia mí.
Hablabas desde el centro del amor,
armada de su luz,
en una tarde gris de cualquier día.
Jose Angel Valente

Al acercarse la primavera, los recuerdos y las nostalgias que en las largas noches de invierno eran puras cenizas, apenas avivadas por los rescoldos de antiguas vivencias, activan el impulso, calientan la sangre, despiertan el deseo. Renace la esperanza de revivir el amor. El amor humano de carne y hueso, ya que el amor trascendente y primordial, es un sentimiento universal, una fuerza magnética que mantiene la vida y hace que los planetas se mantengan en sus exactos recorridos de conjunciones y oposiciones; lo mismo que los humanos.
Dice el refrán que “segundas partes nunca fueron buenas” y he conocido parejas que se han vuelto a juntarse después de divorciarse, para separarse otra vez de nuevo. Necesitaban “distancias creativas” en el tiempo y en el espacio para ver las cosas con más objetividad que la que proporciona la convivencia diaria y las frustraciones de las expectativas no cumplidas. Después cerraron circuitos que quedaron abiertos y “a otra cosa mariposa”. Claro que también existen otros dichos como, “no hay dos sin tres” o “a la tercera va la vencida”. Parecería que cuando se inventan solo se habla de experiencias personales, locales o temporales; por tanto, difícilmente generalizables. Lo que sí podría generalizarse es el cambio continuo en espirales dinámicas que parecen hacernos regresar al mismo lugar, pero que nunca es el mismo.
Cada 365 días la Tierra se halla en el mismo punto equidistante del sol en una elipse que podemos representar geométricamente. Sin embargo, el punto espacial no es el mismo, porque todo el sistema solar se habrá desplazado millones de kilómetros: la velocidad del movimiento orbital del sistema solar alrededor del centro de la galaxia es de 217.215 kilómetros por segundo; para dar una vuelta completa necesita 226 millones de años. Son cifras que superan nuestra capacidad de aplicarlas en nuestras pequeñas vidas de humanos-hormigas centrados en lo inmediato y en lo cercano.
A veces, lo inmediato es salir corriendo de relaciones tóxicas, de situaciones peligrosas o de simple estancamiento. Personalmente salí huyendo en mi juventud de un Madrid provinciano, gris y opresivo, hacia la Europa de las libertades. Posteriormente tuve que abandonar la política antifranquista y mi profesión de editor en París por puro instinto de supervivencia física y emocional y vagué sin límites por países, mares y continentes. Años después, como este planeta es redondo, me encontré en el punto de partida: Madrid. Pero ni la capital era la misma ni el viajero que partió tampoco. Reencuentro inesperado y enraizamiento voluntario, después de décadas de gozoso nomadismo. Y la pregunta actual: ¿volver es progresar o regresar? Tengo claro que volver temporalmente a casa de mi madre no fue un regreso al útero materno, sino un paso de madurez para cerrar cuestiones inconclusas.
En otros ámbitos, persisten las dudas y la  incertidumbre. Si como afirma el físico y filósofo Jorge Wagensberg, “progresar es ganar independencia respecto de la incertidumbre”, no está tan claro que sean más progresistas las  parejas que comparten tradiciones, que las que comparten proyectos y se arriesgan. Él afirma, refiriéndose a la biología, que la simbiosis es progresiva porque consiste en aumentar una dependencia mutua para aliviar la dependencia con el resto del mundo. Pero en las parejas, suele convertirse en estancamiento y “egoísmo a dos”. Claro que inmediatamente también afirma que “el progreso ocurre en un estrecho margen entre el aburrimiento (por falta de incertidumbre) y el pánico (por exceso de incertidumbre)”. Si el éxito de una pareja fuese perdurar para toda la vida, existen animales que nos ganan, como los pingüinos o las golondrinas. Y si el éxito fuese la capacidad de supervivencia, nos ganarían claramente los tiburones y las cucarachas. Durante siglos y aún en muchas culturas los colectivos de parejas casadas para toda la vida son mayoritarios. La ley de los grandes números daría en este caso el premio a las hormigas, que las superarían por miles de millones.
Por consiguiente, voy a permitirme plantear más preguntas que respuestas y ver las cosas desde muchos puntos de vista, porque como afirma el filósofo ecologista y uno de los fundadores de la teología de la liberación Leonardo Boff: “Todo punto de vista es la vista de un punto”. Construyamos pues líneas y círculos: la agricultura y la ganadería fueron progresivas para los humanos, pero regresivas para el resto de las especies vivas. Pero como los humanos no quieren vivir en la incertidumbre, preservan tradiciones y cristalizan folklores. Y, paradójicamente, quieren crecer indefinidamente en lo económico y en lo tecnológico, violando las leyes más elementales de la física.
  Hay quienes quieren regresar siempre al pasado, conservarlo intacto, hacer cambios mínimos para que todo siga igual. Vano empeño, tanto en la vida privada como en la pública. En tiempos de bonanza, crece la diversidad, pero muchos solo ven en ella peligros y amenazas; y por la ley del péndulo, llegados a un punto de apertura y multiculturalidad, muchas sociedades se cierran por no aguantar las tensiones inherentes al cambio mismo de la vida, la historia, la política y de los ecosistemas que los contienen.
Y volvemos al amor como necesidad biológica, ya que somos seres biológicamente amorosos y quien se aísla, puede ganar en certidumbre, pero perder en intensidad de vida. Desde el punto de vista biológico, el desarrollo del cerebro reptiliano que domina los instintos, del cerebro medio, que domina las emociones, y del cerebro límbico, asiento del intelecto, podría relacionarse con tres manifestaciones del amor: el amor erótico en su más amplio concepto de amor instintivo, compartido por la mayoría de los seres vivos y que empieza con la tendencia al placer del niño recién nacido; el amor que identificamos como compasión o amor incondicional que se atribuye a una madre; y el amor admirativo, o amor hacia el padre (autoridad, arquetipos, modelos de conducta).
Gran parte de la infelicidad e insatisfacción de muchas personas se debe a que buscan sustitutos erróneos al amor: se quiere entrega incondicional y cariño, cuando a veces sólo hay sexo; se piensa lograr la unión y el éxtasis en el alcohol o en los estupefacientes y sólo se obtiene olvido momentáneo y dependencia a largo plazo; se necesita sensualidad y erotismo y se subliman mediante acciones caritativas para no enfrentarse al miedo a la entrega o a la pérdida de control... En una sociedad patriarcal y mercantilista como la nuestra, necesitamos volver a la sensualidad, a la ternura, a la confianza y al respeto. Todo lo contrario de la competitividad generadora de estrés, de la acumulación de bienes, de la indigestión de desinformación. Necesitamos espacios de silencio y escucha, de reflexión y meditación, de naturaleza y éxtasis. Simplemente necesitamos espacio alrededor: suficiente espacio para podernos equivocar y empezar de nuevo sin ser juzgados: si nadie se arriesgase a lo nuevo, a abrir caminos inexplorados, nunca habría posibilidad de cambio. Y el principal riesgo es el amor, pues el verdadero amor disuelve el ego, el "yo encapsulado en una piel", la identificación con una biografía.
Como afirmó el gran poeta y místico libanés, Jalil Gibran, "el amor es la única libertad que existe en el mundo, porque eleva hasta tal punto el espíritu que las leyes de los hombres y los fenómenos de la naturaleza no pueden alterar su curso".

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