lunes, 13 de enero de 2014

LA RABIA Y SU INTELIGENCIA EMOCIONAL

Inteligencia emocional de la rabia.

"La razón trata de decidir lo que es justo. La cólera trata de que sea justo todo lo que ella ha decidido" (Séneca).
"La injusticia no es anónima, tiene nombre y dirección" (Bertold Brecht).


¿Acaso la rabia puede gestionarse con inteligencia emocional?, podría preguntarse cualquiera al leer el título de este artículo. Y las dos citas parecerían a primera vista contradictorias. Pero solo porque existe demasiada confusión sobre una de las emociones básicas del ser humano, que casi siempre se ha confundido con su expresión extrema: la pasión de la ira, declarada pecado capital en las clases de religión; para dominarla se nos recomendaba practicar su virtud correspondiente: la mansedumbre.
Y así entrábamos en la dualidad del blanco o negro: o somos iracundos o somos mansos. Ante una afrenta, poner la otra mejilla. Sin embargo, la emoción de la cólera frente a la injusticia y la corrupción la describen los cuatro evangelistas cuando Jesús echa a latigazos del templo a cambistas de moneda y a vendedores de palomas. Los injustos tenían "nombre y dirección".
Aristóteles, más racional y menos estoico que Séneca, habría aprobado esta acción de emplear la ira con las personas adecuadas, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto. Muchos siglos después, Nietzche, el filósofo vitalista alemán –nihilista para otros- escribiría no sin razón: "Hablando francamente, es preciso que nos encolericemos alguna vez para que las cosas marchen bien". El simple hecho de masticar y digerir supone una cierta "agresividad", sin la cual no hay vida. Juan José Albert, psiquiatra y terapeuta gestáltico, y uno de mis mejores maestros de profesión, explica muy bien todo esto en su magnífico libro "Ternura y agresividad. Carácter: Gestalt, Bionergética y Eneagrama" (Mandala Ediciones). La energía potencial desde el nacimiento constituye un impulso unitario de vida hacia la creatividad amorosa y espiritual, orientada siempre al mantenimiento del contacto con la unidad del ser. Sus dos manifestaciones básicas serían el subimpulso tierno y el subimpulso agresivo. El primero nos pone en contacto con nuestra propia intimidad para detectar los estados de satisfacción y los estados de carencia. El segundo nos abre almundo exterior para satisfacer las necesidades detectadas. En este esquema didáctico, la rabia sería"el impulso natural de autodefensa como respuesta a una frustración, presente en todo lo vivo".
Sin la emoción del miedo, no construiríamos un espacio de seguridad personal y social; sin la tristeza y las reflexiones que conllevan, no habría desarrollo ni crecimiento; sin la rabia adecuada a las circunstancias, no habría vida activa ni justicia. Bien lo expresó Wilhem Reich, el discípulo más brillante y revolucionario de Freud: "Quien luche por la libertad debe anular antes sus posibles tendencias a la violencia y al poder. No odiará a individuos ni a capas sociales, sino las condiciones de vida que producen la miseria que quiere combatir. (...) Emprenderá un trabajo constructivo para modificar lo que sea preciso". En este sentido, la rabia, ira o cólera podría definirse como lacapacidad innata de percibir y reaccionar ante injusticias, mentiras, manipulaciones o cualquier agresión que altere el equilibrio personal o del entorno.
Donde hay rabia no hay alegría, que sería su polo opuesto. La alegría podría sentirse cuando se consigue restablecer la justicia, hacer reinar la verdad, deshacer la manipulación o detener la agresión y restaurar el equilibrio y la armonía; y todo esto, tras haber sentido el legítimo orgullo de haber hecho lo correcto, de haber actuado con impecabilidad. El miedo, por su parte, paraliza la justa cólera que es uno de los detonantes de la participación de los ciudadanos en la política para cambiar las cosas. En España concretamente, una vez "declarada oficialmente la crisis", una encuesta realizada en 2011 puso de relieve que el miedo mayoritario era quedarse en paro y carecer del dinero necesario para atender las necesidades básicas. En esa misma encuesta, se daba a elegir a los participantes entre el máximo de libertad a costa de algo de seguridad o el máximo de seguridad a costa de algo de libertad. El 63,5% eligió sacrificar la libertad por la seguridad. El miedo ya estaba inoculado día a día y sigue envenenando radios, televisiones y prensa diaria. Ojalá no acabe infectando nuestro corazón, nuble nuestra inteligencia ni mate nuestro instinto de supervivencia, desarrollo y transformación.
¿Llegará a paralizar la acción de los indignados? Indignados no somos únicamente los que acudimos a las manifestaciones que se multiplican contra las políticas de recortes, privatización y desmantelamiento de las conquistas sociales y democráticas de las últimas décadas. Indignados somos todos los que nos reunimos y reflexionamos, estudiamos medidas alternativas y las proponemos, interponemos recursos y los ganamos, firmamos campañas y logramos reunir cientos de miles de firmas. La rabia eficaz y funcional es la que dice ASÍ NO, pero al mismo tiempo propone ASÍ SÍ. Y además debe graduar su intensidad según la intensidad de la mentira, injusticia, manipulación o agresión. No es lo mismo el simple desagrado que el enojo, la irritación que la exasperación, la hostilidad que el menosprecio, la aversión que la furia, el resentimiento impotente que la acción vital en cada momento.
En las relaciones cotidianas, si alguien se cuela en una cola, por ejemplo, basta con señalar educadamente que uno llegó primero. Si la persona hace caso omiso, se puede recurrir a testigos o hacer el movimiento de ponerse de nuevo delante. Pero no es necesario gritar, insultar ni mucho menos llegar a las manos. Y lo mismo puede aplicarse en la educación de los hijos, los conflictos laborales o un accidente de tráfico. La rabia no es enfurecerse ni pasarse de la raya. Es poner las cosas en su lugar y quedarse bien. Si seguimos rumiando nuestro malestar y quejándonos, es que la situación no quedó bien cerrada. Nos afectará el hígado y el sistema digestivo.
Y así como el tacto va asociado al miedo y el oído a la tristeza, el sentido de la rabia es el olfato. De ahí el dicho "esto me huele mal", ya sea una propuesta, un negocio, una invitación o una persona. El olor evoca algo invisible y poderoso que precede al tacto, como en la seducción o en las relaciones de intimidad. De ahí el floreciente negocio de colonias, perfumes y cosméticos que disimulan el olor natural de una piel limpia. La novela de Patrick Süskind "El perfume. Historia de una asesino",llevada al cine con el mismo título, su protagonista pasa siete años de su vida en una cueva, acudiendo una y otra vez a su memoria olfativa para guiarse en el mundo exterior. Logra dominar el arte de los olores y, a través de él, el dominio de los demás, pero no el ser aceptado ni ser amado, porque el resentimiento de las humillaciones sufridas en su infancia y juventud se ha transformado en odio y en una frialdad psicopática que le convierte en asesino en serie. Lo hubiera evitado sintiendo auténtica tristeza y duelo por sus tribulaciones hasta convertirla en soluciones para compensarlas.
Otras distorsiones muy frecuentes de la rabia son el envalentonarse, cuando la situación exige tener miedo (por ejemplo, si por la noche vienen varias personas a robarnos y estamos solos en la calle y no huimos ni pedimos ayuda); sentir envidia ante los logros de un amigo, cuando deberíamos sentir legítimo orgullo de dicha amistad. Igualmente la cobardía o el apocamiento se producen cuando sentimos miedo en lugar de legítima cólera y nos dejamos avasallar; o caemos en la depresión y la culpa, en lugar de indignarnos cuando nos responsabilizan de haber vivido por encima de nuestras posibilidades; o amamos ingenuamente a quienes nos dan migajas de sus latrocinios corruptos votándoles; o nos convertimos en fanáticos idólatras de los que prometen sacarnos del agujero en el que nos metieron (si me porto bien, a lo mejor me dan un crédito o una subvención, o si aguanto dos o años más, a lo mejor consigo estar en ese 5% por ciento de nuevos empleados futuros entre los cuatro millones de personas que seguirán quedándose en paro, o a tal vez me suban un 1,5% mis ingresos anuales).
Gandhi, Martin Luther King, Mandela son ejemplos de auténtica rabia conectada y funcional: detectaron la injusticia y la falta de libertad; actuaron constantemente para restablecer la justicia y obtener más libertad para sí y para los demás; emplearon los medios necesarios en cada momento para lograrlo. Fueron así dueños de su alma y capitanes de su destino, dejándonos huellas para seguirlas, y también superarlas cuando recorremos nuevos caminos y encontramos nuevas vías de acción transformadora.
Alfonso Colodrón
Terapeuta Gestáltico y Consultor Transpersonal


1 comentario:

  1. Soy partidario de cambiar la rabia de la violencia o la cólera por la rabia de la indiferencia o la ridiculización, para expresar mi desacuerdo de una forma que no me produzca desgaste emocional en exceso.

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